VALDIVIA
Esta cultura -descubierta en 1956
por el arqueólogo guayaquileño Sr. Emilio
Estrada- está considerada como la más antigua del continente americano y
su datación, comprobada a través de varios estudios de carbono 14, determinan
una extensión entre los 4.500 y 2.000 años a.C.. Es decir, duró alrededor de
2.500 años, sin que por ello deba entenderse a este frío dato cronológico como
una ruptura o extinción violenta, y más bien debería hablarse de transformación
y renacimiento en otros espacios.
La cultura
Valdivia es la única que hasta hoy el Ecuador tiene como representante del
Período Formativo Temprano, y de acuerdo a los estudios realizados por los
arqueólogos e investigadores Carlos Zevallos Menéndez, Jorge Marcos Pino y Presley
Norton, avalizados por la universidad de Illinois, es la más antigua del
continente americano, ya que fue ella la primera que trabajó la cerámica. Por otro
lado, está plenamente comprobado que como cultura, Valdivia es antecesora de
los Mayas, los Aztecas y los Incas.
Valdivia ocupó extensos
territorios de las actuales provincias litorales del Guayas, Santa Elena, Los
Ríos, Manabí y El Oro; llegando inclusive a las estribaciones de la cordillera
occidental. Excavaciones y descubrimientos realizados a partir del año 2000 en
el sector de La Maná, en la provincia del Cotopaxi, demostraron que también
habían llegado a esas regiones. Los valdivianos tuvieron una altísima capacidad
de movilidad, constituyendo un importante foco de difusión cultural y
comercial, no solamente en las zonas norte y sur del Ecuador, sino además, en
sitios tan lejanos como mesoamérica y el norte del Perú.
Fueron
pueblos de pescadores que se alimentaron de peces y mariscos, y también de la
caza -muy abundante en las regiones que habitaron-; pero la base principal de
su economía fue la
agricultura, conociendo muy bien el cultivo del maíz, fréjol, achira, etc.; no
pudieron faltarles el ají, el maní, ni varias clases de zapallos, y menos aún
las exquisitas y variadas frutas tropicales de la región que habitaron, tales
como papayas, piñas, chirimoyas, aguacates, ciruelas, y otras más. Cultivaban el algodón, pues se han encontrado
algunos vestigios de éste textil.
En 1971, el
arqueólogo Jorge Marcos descubrió que en algunas piezas de cerámica que había
encontrado en excavaciones realizadas en las costas de Chanduy aparecían
improntas de textiles; de ellas se deduce que los valdivianos debieron utilizar
algún tipo de tejido como indumentaria.
Los valdivianos construyeron sus
aldeas con una importante planificación urbana y social, tal como se puede
apreciar en la de Real Alto -que hasta la fecha aparece como la más remota en
la América indígena- y habitaron en
viviendas multifamiliares de forma ovalada, distribuidas en una conformación
urbana con plaza rectangular y plataformas centrales. Estas fueron construidas
con materiales perecibles, por lo que no se ha podido encontrar mayores
vestigios de ellas.
“La importancia
y antigüedad en Real Alto permiten a sus descubridores afirmar que desde aquí
arranca la tradición de las altas culturas posteriores de América, que
encontraron en el templo-pirámide la máxima expresión de su religiosidad” (Padre
Pedro I. Porras G.- Arqueología del Ecuador).
Su
organización social estaba sujeta a la autoridad de un jefe que, en algunos
casos, era el más viejo o el que más méritos tenía entre ellos. Existen además
evidencias de una clase dirigente que posiblemente fue de carácter sacerdotal,
y hay quienes afirman que entre ellos -en algún momento- debió establecerse el
matriarcado.
Los
valdivianos fueron grandes cultores del arte, y esto se ve reflejado en sus
singulares utensilios
y figurillas de cerámica, cuyo valor no reside únicamente en su antigüedad sino
-además- en su elaborado desarrollo tecnológico y estético, que presenta
singulares decoraciones geométricas con
predominio de colores rojo y gris.
Se han
encontrado, en diferentes excavaciones arqueológicas, más de veinticinco mil
tiestos, recipientes para guardar alimentos o beber y comer, vasijas y
figurillas de incomparable belleza, entre las que se destacan las afamadas y
artísticas “Venus de Valdivia” -siempre desnudas y provistas de una variedad de
peinados-, que pudieron tener diversas connotaciones de carácter religioso o
ceremonial que van, desde ser objetos destinados a cultos fálicos o de
fertilidad, hasta llegar a ser elementos usados por los chamanes en ceremonias
de magia o curanderismo.
Autor:
Efrén Avilés Pino
Miembro de
la Academia Nacional de Historia del Ecuador
Consulte www.enciclopediadelecuador.coMachalilla fue un pueblo precolombino que se localizó en la zona costera de la parte sur del actual Ecuador, en las actuales provincias de Manabí y Santa Elena. Floreció entre el 1800 a. C. y 1000 a. C., aproximadamente.
Se puede considerar emparentada con la cultura valdivia, con una clara evolución en el trabajo de la cerámica. Es característica de esta cultura la deformación de los cráneos, en sentido vertical y occipital, deformación que también queda representada en las figuras de cerámica, y que seguramente responde a razones estéticas y a un indicativo de posición social. También son característicos los recipientes con asas en forma de estribo y decoración con bandas rojas.
Por evidencias presentes en dos esqueletos que fueron encontrados en 1962 por los arqueólogos norteamericanos , se ha podido conocer la práctica de la deformación del cráneo en un sentido . Esta manipulación de la forma del cráneo se la practicaba cuando el individuo estaba con vida y con toda seguridad desde sus primeros años.
Se ha podido comprobar que Machalilla mantuvo una importante relación con otras culturas y pueblos lejanos como los de México Occidental, pues se han encontrado vasijas similares a las de esta cultura en el actual estado de Colima, donde habitaba la cultura Capacha, hace aproximadamente 1.500 años a.C.
También su influencia fue notable en la costa peruana entre los años 700 y 800 a.C., llegando a inferirse que existió un intercambio de rasgos culturales entre Tutischainyo y Machalilla. Inclusive, el desarrollo de estudios posteriores permitió aseverar a Donald Lathrap que Machalilla estuvo presente en el desarrollo de las culturas “Chavinoides” del Marañón.
Su alimentación se basó al igual que en Valdivia- principalmente en la agricultura y en el aprovechamiento de los recursos marinos, para lo cual utilizaban, redes para la pesca en la orilla y anzuelos hechos de madreperla para las aguas profundas.
En la cerámica Machalilla se dan interesantes innovaciones tipológicas como la aparición de los recipientes antropomorfos que, sin perder su funcionalidad original, adquieren las sugerentes formas humanas en las que el alfarero captó su propia imagen o la de su grupo social.
Se han identificado hasta 23 formas de recipientes con sus correspondientes variantes, formas que se pueden agrupar en los siguientes tipos: cuencos, ollas, platos, botellas con pico alto y cilíndrico, botellas con asa de estribo. La pasta de la cerámica es más fina que la de la Valdivia con un elaborado acabado exterior constituido por un engobe rojo. Existen además piezas en las que se utilizó la técnica del quemado del fuego reducido, con poca entrada de aire y que produce la cerámica con superficies negras, en algunos casos decoradas con líneas grabadas post-cocción.
Algunas figurillas tienen un rostro redondo con una nariz prominente y aguileña. Se nota además la presencia de ojos “granos de café” constituidos por una bolita de barro con una incisión horizontal.
Las viviendas Machalilla -de las que existen evidencias en Salango- tenían forma rectangular y se levantaban sobre pilotes. Como una innovación en cuanto a costumbres funerarias se refiere, los “machalillas” enterraban a sus deudos en el interior de sus viviendas.
FUENTES: WIKIPEDIA
CHORRERA
Con una antigüedad que se
extiende aproximadamente entre los años 1.200 y 500 a.C., la cultura Chorrera
tuvo su núcleo original geográfico en la actual provincia de Los Ríos, en el
sitio La Chorrera, ubicado en la ribera oriental del río Babahoyo, lugar en el
que, en el año de 1954, los arqueólogos Estrada, Evans y Meggers, con la
valiosa información proporcionada por Francisco Huerta Rendón, realizaron los
primeros estudios sistemáticos y en sus informes dieron a conocer la gran
importancia arqueológica del descubrimiento.
“Estrada llegó a clasificar a la
cultura Chorrera con un fundamento prehistórico de la Unidad Cultural Nacional,
criterio que se justifica plenamente si tomamos en cuenta la extensión cultural
reconocida hasta ese momento: Esmeraldas, Manabí, Guayas, Los Ríos, las tierras
bajas de Pichincha (Santo
Domingo de los Colorados) y el Valle de Jubones, en la provincia de El Oro,
en la Costa; y en la Sierra, las cercanías de Quito, Pichincha, Chimborazo,
Cañar y Azuay, que por el lado oriental de esta última provincia trasmonta las
cordilleras para adentrarse en la inmensa región amazónica” (O. Holm y H. Crespo.- Las
Culturas Formativas, Historia del Ecuador, Salvat).
Este criterio es compartido por
el padre Pedro Porras, quien en su obra “Breves Notas Sobre Arqueología en el
Ecuador”, dice: “La cultura Chorrera se extendió por casi toda la costa y
aun en la sierra, muy probablemente gracias a la introducción del maíz”.
La representación humana se
encuentra presente en gran variedad de figurillas, algunas de las cuales llegan
hasta los 40 cm. de alto, trabajadas mediante la unión de dos mitades en las
que generalmente la frontal era realizada en un molde. Sus cabezas grandes
presentan un tocado decorado en forma de casco, y sus rostros muestran ojos prominentes
y rasgados.
Por su riquísima expresión artística -representada especialmente en su
cerámica- se puede afirmar que la cultura Chorrera conforma lo más
sobresaliente de la estética y el arte en el Periodo Formativo Tardío.
Se considera que el arte de Chorrera tuvo una gran difusión e influencia
en otras regiones del Nuevo Mundo; pues su alto desarrollo estético y técnico
era, sin lugar a dudas, el resultado de la gran tradición cerámica de las
culturas que la antecedieron, es decir Valdivia, Machalilla; y en los altos
Andes, Cerro Narrío.
Dos mil años de tradición artística que darán como resultado, en
Chorrera, logros espectaculares en el diseño, decoración y tratamiento de
formas, y superficies en recipientes y figurillas desarrollados por sus hábiles alfareros.
No sorprende entonces la
riquísima representación -en recipientes cerámicos- de las formas diversas de
su entorno natural, como frutos, animales y aves, que actualmente constituyen
un verdadero catálogo visual de la riqueza ecológica de ese antiquísimo
paisaje, y que hacen referencia directa al tipo de alimentos en el que basaban
su dieta.
La vida cotidiana de los
chorreranos también ha sido retratada en la cerámica, donde sacerdotes,
músicos, remeros, danzantes, acróbatas, etc., han sido capturados y “casi
fotografiados” en la ductilidad de la arcilla.
La cultura Chorrera también se
destaca por el excelente manejo de la lítica, material con el que
confeccionaron collares de cristal de roca compuestos por cuentas perfectamente
talladas y pulidas, trabajo en el que se debió haber utilizado una avanzada
tecnología si consideramos que el cristal de roca tiene una dureza similar al
del diamante.
También emplearon otros
materiales como el sodalita y la obsidiana o vidrio volcánico. Estos materiales
no se encuentran en forma natural en las zonas ocupadas por Chorrera, por los
que se deduce que para proveerse de ellos, la gente de Chorrera tuvo que
practicar un comercio a gran distancia, posiblemente con zonas de la sierra
central y norte.
Aunque no hay evidencia directa,
por medio de algunas piezas de cerámica en las que se representan sus
viviendas, se pude tener una aproximación referente al tipo de arquitectura
Chorrera, constituida por plantas redondas y rectangulares con paredes
verticales y con techos a dos aguas. Se ha podido
comprobar también que Chorrera ejerció gran influencia en regiones apartadas
como La Victoria, en Guatemala, y Teotihuacan, en México.
Autor: Efrén Avilés Pino
Miembro de
la Academia Nacional de Historia del Ecuador
Consulte www.enciclopediadelecuador.com La Cultura Milagro-Quevedo existió desde aproximadamente 500 d. C., hasta la llegada de la invasión española alrededor del año 1500 d. C. Esta cultura prehispánica ocupó la zona comprendida entre las estribaciones occidentales de la cordillera de los Andes y las colinas del litoral ecuatoriano, constituyendo, con los Atacames, Jama II y Manteño-Huancavilca las últimas culturas en la costa ecuatoriana antes de la llegada de los primeros españoles en 1526, con quienes se iniciará el periodo creatacio de conquista y colonización.
Milagro-Quevedo constituye una de las culturas precolombinas que mayores territorios ocupó, pues su expansión comprendió todo el sistema fluvial del Guayas incluyendo sus dos grandes ríos Daule y Babahoyo, y todos sus afluentes.
Se definían étnicamente como chonos, sus miembros fueron consumados orfebres que trabajaron delicadamente el oro y la plata, y llevaban para su adorno personal hasta doce aretes (seis en cada oreja), no solo en el lóbulo sino alrededor del pabellón.
Uno de los rasgos que caracterizaban a esta cultura y quizá el más destacado fue la existencia de un gran número de Tolas en casi todo el territorio que ocuparon.1 A menudo estas Tolas se encuentran en grupos, pero las hay también aisladas. Los tamaños son variables, así como sus formas. Las más pequeñas suelen medir unos 10 metros de diámetro por apenas solo dos de altura, mientras que las más grandes pueden tener dimensiones impresionantes: más de 100 metros de longitud por unos 30 de altura y sobrepasando los 10 de altura.2
La cultura ocupó los territorios actuales de las provincias del Guayas, Los Ríos y El Oro. Sus trabajos en cerámicas son muy variados con representaciones de serpientes, lechuzas, ranas y otros anfibios.3