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domingo, 29 de septiembre de 2013

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

TERCERO DE BACHILLERATO
PARA EL DIA MARTES


Xenofobia contra Bolivianos
La muerte absurda de MARCELINA MENESES y su hijo JOSUA TORREZ de 10 meses de edad,
debe ser un causa que abracemos todos los bolivianos y la gente de bien que lucha por una
sociedad justa en la Argentina.
Ellos murieron al ser arrojados de una formación ferroviaria en las proximidades de la estación de
Avellaneda, Provincia de Buenos Aires.  Hasta el momento hay un sólo testigo que se presentó a declarar. Él dice haber presenciado los insultos racistas que terminaron con un empujón criminal. También asegura que la empresa Ferrocarriles Metropolitanos intentó sobornarlo.
En la causa, Ferrocarriles Metropolitanos niega todo y es más, asegura que la Marcelina no viajaba
en el tren.
He aquí la versión de los hechos según Julio César Giménez, el único testigo valiente que se atreve a dar la cara. Rodeado de bolivianos, contó por primera vez su versión en público, que
transcribimos a continuación.  Julio asegura que la mujer fue empujada del tren en movimiento por un obrero después de que varios pasajeros la agredieron con insultos xenófobos.
“La empresa envió a dos personas a ofrecerme dinero para que cambiara mi declaración”. Usaron
el mismo argumento que otro usó ese día en el tren: que los bolivianos les sacan el trabajo a los argentinos”.
Recordemos que Julio César Giménez es usuario habitual del tren y se desempeña como empleado de una cooperativa.  El mismo fue contactado por la familia de Marcelina a través de los
carteles que se pegaron en todas las estaciones del Ramal Roca, en busca de testigos  presenciales de lo que pasó el 10 de enero del 2001.  Consultada por Página/12, la empresa desmintió a Giménez: negó el presunto soborno y aseguró que Meneses murió al ser rozada por el tren cuando caminaba con su hijo junto a las vías del Roca, entre las estaciones de Avellaneda y Gerli.  Lo cierto es que si Froilán Torres y su hermana Reyna, el marido y la cuñada de Marcelina, no hubieran hecho esos volantes con su foto, este hecho hubiera pasado a la historia como un accidente más. Sin embargo y como verán mas adelante esto es parte de un asesinato xenófobo en contra de una ciudadana boliviana.  Los hermanos Torres, a partir de la desconfianza que impone su propia condición de migrantes en este país, buscaron obsesivamente y por su cuenta
a alguno de los pasajeros que la mañana del 10 de enero estaban en el vagón al que la mujer
subió con su hijo Josuá, de diez meses.  Ellos tenían un turno con un médico del hospital
Finochietto de Avellaneda. “Alguno tenía que haber visto” -dice Froilán-. “Y aunque los de la
empresa sacaban los carteles y me dijeron que no tenía permiso, los pegamos igual en los árboles”.  Julio Giménez, es un hombre campechano, de 42 años. Trabajador de una cooperativa de empleados legislativos, y a cargo de una asociación civil que coordina un comedor para chicos pobres y una biblioteca en Ezpeleta.
El dice que ya había decidido declarar. “Lo hablé mucho con mi señora, que es hija de bolivianos,
y cuando vi el teléfono que dejaron los llamé”.  Lo que Giménez contó cambió el curso de las
cosas. Según su relato, Marcelina subió alrededor de las 9.05 horas en la estación de Espeleta.
Ella se quedó parada, con el bebé en la espalda, y cargada de bolsos, a metros de la puerta que da al espacio que hay entre vagones.  Cuando se acercaban a la estación Avellaneda,  antes de la curva que pasa frente al estadio de Independiente, ella se acomodó para enfilar a la salida del tren y en ese movimiento rozó con los bolsos, el hombro de un pasajero de unos 65 años, de saco marrón, que le gritó: “¡Boliviana de mierda! ¡No mirás cuando caminás!”. La mujer calló.
Giménez intervino: “Che, tengan más cuidado, es una señora con un bebé”. En ese instante intervino un segundo pasajero: “Qué defendés vos, si estos bolivianos son los que nos vienen
a quitar trabajo. Igual que los paraguayos y los peruanos”.  Giménez siguió discutiendo. “Pará la mano hermano, que eso es lo que venden los políticos.  Somos todos latinoamericanos”, opinó. Y le gritaron:
“¿Vos qué sos? ¿Antipatria?”.
Según Giménez, desde el fondo apareció un guardia de los que custodian las formaciones. Ya
se había formado la fila de pasajeros para bajar del tren. El uniformado avanzó hasta que escuchó
que la discusión y los insultos xenófobos.  “¡Uh! ¡Otra vez estos bolivianos haciendo quilombo!
¡Me tienen podrido. ¡Yo me las tomo!”,
dijo.
“Fue una cosa de segundos”. Se había sumado otra gente. Hubo más insultos y escucho que
uno que estaba de ropa de grafa le dice a un compañero: “¡Uy, Daniel, la puta que te parió, la
empujaste!”. 
El testigo asegura que entonces el tren se detuvo.  Él regresó caminando cien metros hacia el lugar en el que quedaron el cuerpo de Meneses y de Josua.  “La empresa y la policía tomó intervención en el acto. Los que llegaron media hora larga después fueron los bomberos. Yo le dije a un policía de la Federal que había visto lo que pasó pero él me echó detrás de la valla”, asegura.
Esto último no es un dato aislado. Desde el comienzo, la empresa TMR sostuvo que Meneses
fue atropellada cuando caminaba. Y consultado por Página/12, el fiscal Andrés Devoto, que investiga el supuesto homicidio, aseguró que en la causa las actuaciones policiales indican que el
cuerpo no fue hallado enseguida, como sostiene Giménez.  Pero el testigo asegura que fue justamente la visión de los cuerpos de Marcelina y Josua lo que lo dejó perplejo: “Todavía ese día le dije a un pasajero, mirá hermano, la mano todavía se le mueve”. Según el testigo, dos días después de la denuncia en la comisaría 1ª de Avellaneda, de la misma seccional lo llamaron para preguntarle cómo llegar a su casa.  Al día siguiente lo visitaron dos hombres que se identificaron como de TMR. “A vos te haría falta un autito”, dice que le dijeron. “Veo que tenés un asociación civil, vos sabés que Ferrocarriles hace donaciones...”, fue otra de las sugerencias.
“Vos sabés que TMR da trabajo a mucha gente. En cambio los bolivianos le quitan el trabajo a los
argentinos, a vos, a tu viejo, a todos”, habría sido el último argumento

TOMADO DEL DIARIO EL CLARIN, AÑO 2007