Caracterizar el predominio
religioso en la sociedad ecuatoriana, a partir de la reflexión de los
acuerdos Estado- Iglesia.
Predominio religioso, acuerdos Estado-Iglesia
Cuando
García Moreno llegó al poder décadas de forcejeo, entre el Estado que intentaba
imponer el Patronato y el Clero junto al Vaticano que defendían su autonomía,
habían afectado a la iglesia. La
formación y cultura del clero eran deplorables; obispados y otras dignidades
quedaban vacantes largos períodos porque no habían acuerdo para llenarlo. A esas alturas nadie planeaba una separación
de los dos poderes se pensaba que era necesario un Concordato con el Papa, que
se firmó en 1862, en medio de protestas.
El municipio de Guayaquil lo calificó de inconstitucional y atentatorio a la soberanía del país. Los moderados juzgaron que se daba excesivo
poder a la iglesia. Los obispos y
canónicos vieron bajar sus rentas con la creación de nuevas diócesis. Los frailes temían la reforma. Pero el Concordato con pocas reformas, fue
ratificado definitivamente pocos años después.
El
Concordato establecía a la Católica como religión del Estado, con exclusión de
otras; estipulaba la existencia en cada diócesis de un seminario dependiente
del obispo, que podía vigilar la educación condenar maestros y prohibir libros
los eclesiásticos podían comunicarse libremente con el Vaticano, que crearía
libremente diócesis; se daba libertad a la venida de comunidades religiosas y recursos estatales para la misiones. A cambio, el presidente del Ecuador
conservaba reducidas las atribuciones del Patronato. De acuerdo al Concordato, la iglesia tenía
derecho de adquirir bienes, de cuya administración tomaba cuenta el Vaticano. Los diezmos corresponderían un 50 % al
gobierno.
García
Moreno pensaba que la iglesia sería el eficaz instrumento de consolidación de
su programa. “De nada nos servirían
nuestros rápidos progresos – insistía_- si la república no avanza día a día en en
moralidad en la medida en que las costumbres se reforman por la acción libre y
salvadora de la Iglesia Católica”.
Planeó por ello una relación compleja que trajo innumerables
conflictos. El Concordato permitió “reformar”
a los religiosos nacionales con intervención del clero extranjero. El proyecto requería de religiosos que elevaran
el nivel educativo de las élites y también de la pasividad de los grupos
populares, afectados por el proceso de acumulación que se llevaba adelante.
Benjamín
Carrión, socialista, decía de este Concordato: ”el dictador aristocratizante y
gamonal necesitaba unos curas (extranjeros)…dependientes exclusivamente de su
autoridad, que le ayudarán al sometimiento de esos indios y cholos levantiscos
que ya querían libertad, igualdad y fraternidad”.