PRIMERO DE BACHILLERATO
INVASIÓN MUSULMANA EN LA PENÍNSULA
IBÉRICA Y LA DIFUSIÓN DEL ISLAM
Inicio de la islamización de la
península Ibérica
La historiadora francesa Rachel Arié, distinguida especialista en el
estudio de la historia y la cultura hispanomusulmanas, es la autora de la obra
de la que se extrae el siguiente fragmento dedicado a la primigenia
islamización de la península Ibérica, consecuencia de la rápida conquista y
penetración del territorio por parte de las tropas árabes y bereberes entre los
años 711 y 756.
De Rachel Arié.
Capítulo I, 1.
Los árabes no impusieron la religión
musulmana a las poblaciones de la España recién conquistada; estas pasaron a
formar parte de las «gentes del libro» (ahl al-kitab),es decir, de los
adeptos a las religiones reveladas. Al igual que las pequeñas comunidades
judías de las ciudades visigodas, los españoles cristianos pudieron conservar
el libre ejercicio de su culto, pero al continuar vinculados a su antigua
religión, se convertían en tributarios (dimmíes), sujetos al pago de
impuestos especiales. Numerosos españoles, a quienes el régimen visigodo había
privado de sus bienes, optaron por la conversión al Islam, lo que les confería
de forma automática el disfrute del estatuto personal de los musulmanes de
nacimiento. Estos neomusulmanes formaron los núcleos más numerosos de la
población musulmana, sobre todo en el sur y el este de la Península, y eran
conocidos en al-Andalus con los nombres genéricos de musalima y sobre
todo de muwalladun(muladíes);parece que el primer término se aplicaba
más bien a los conversos propiamente dichos y el segundo a sus descendientes.
Los españoles que no quisieron adoptar el Islam y conservaron la religión
cristiana fueron llamados mozárabes (del árabe musta'rib). Parece que
estos constituyeron las comunidadesmás numerosas y prósperas de Toledo,
Córdoba, Sevilla y Mérida, a mediados del siglo viii.
En cuanto a los judíos de España, que habitaban casi exclusivamente en
ciudades pudieron conservar durante el siglo viii
el derecho a practicar su culto, pero fueron obligados a pagar los impuestos
especiales que recaían sobre todos los tributarios.
Los árabes no tenían la superioridad numérica suficiente para convertir
sus inmensas conquistas en territorios de poblamiento; se limitaron, pues, a
propagar su religión un poco por todas partes, a exigir la arabización social
de las poblaciones sometidas a su autoridad y a formar los cuadros políticos de
cada uno de estos territorios. El núcleo de población árabe más antiguo, en
cuanto a fecha de llegada a la península Ibérica, fue el de los qaysíes y
kalbíes traídos por Musa b. Nusayr; a ellos se unieron en fecha temprana
algunos centenares de notables árabes llegados a al-Andalus con el gobernador
de Ifriqiya al-Hurr b. 'Abd al-Rahman al-Taqafi (97-716). La inmigración árabe
se prolongó durante todo el siglo VIII;
la aportación más importante fue la representada (123/741) por los jinetes de
las circunscripciones militares de Siria o yundíes, quienes, bajo el
mando del general qaysí sirio Baly b. Bisr, pidieron su traslado a España
después de haber sido asediados por los beréberes victoriosos en la península
de Ceuta. Indignados por la mala fe del gobernador de al-Andalus, ‘Abd
al-MalikIbnQaṭan, a quien habían ayudado a reprimir la gran insurrección
beréber del año 123/741 en España, Bal y sus undíestomaron parte activa
en las luchas internas que dividían a los árabes en suelo ibérico y se
instalaron en Córdoba, donde aseguraron la preponderancia qaysí. Tras la muerte
violenta de Bal (124/74Z), los undíesaceptaron establecerse en algunos
feudos del sur y este de la Península, convirtiéndose en sus beneficiarios, lo
que les obligó a prestar servicio militar y a comprometerse a responder a los
llamamientos de movilización en caso de necesidad. Más tarde se dio el título
de baladiyyunoárabes «instalados normalmente en el país» a todos
aquellos que habían llegado con Musa b. Nusayr; la denominación de samiyyuno
sirios fue reservada para designar a aquellos que habían llegado con Baly y a
sus descendientes.
Los árabes se instalaron en las ciudades de la llanura, especialmente en
el bajo valle del Guadalquivir, en los cordones litorales que rodean el sur de
la Península, en las vegas de los valles del Genil, del Tajo y del Ebro y,
sobre todo, en las ricas huertas de Levante.
No hay que olvidar el papel esencial desempeñado por los beréberes en la
conquista de España. Los que se quedaron en este país después del hambre de
132/750, se unieron pronto por matrimonio con familias de neomosulmanes o con
familias árabes. Reclutados por Tariq b. Ziyad en las zonas montañosas del Rif
y de Yebala, junto al litoral mediterráneo, se establecieron en las zonas
montañosas de la península Ibérica, donde ocuparon las tierras altas de la
meseta central y las laderas de las sierras. Fueron especialmente numerosos en
el Algarve, en Extremadura y en las prolongaciones de esta región hacia el noreste,
hasta la sierra de Guadarrama. En cuanto a Andalucía, se instalaron sobre todo
en las serranías de Ronda y de Málaga, en las dos vertientes de Sierra Nevada.
Así pues, algunos decenios después de la conquista de España, este
abigarramiento de poblaciones daba a al-Andalus un aspecto especialmente
original, aunque constituyó también un importante obstáculo para conseguir la
unidad y la pacificación del país.
Fuente: Arié, Rachel. España musulmana (siglos VIII-XV).
Traducción de Berta Julià. En “Historia de España”, dirigida por Manuel Tuñón
de Lara. Tomo III. Barcelona: Editorial Labor, 1982.
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Expansión del islam