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miércoles, 3 de abril de 2013


PRIMERO DE BACHILLERATO
INVASIÓN MUSULMANA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Y LA DIFUSIÓN DEL ISLAM
Inicio de la islamización de la península Ibérica
La historiadora francesa Rachel Arié, distinguida especialista en el estudio de la historia y la cultura hispanomusulmanas, es la autora de la obra de la que se extrae el siguiente fragmento dedicado a la primigenia islamización de la península Ibérica, consecuencia de la rápida conquista y penetración del territorio por parte de las tropas árabes y bereberes entre los años 711 y 756.
Fragmento de España musulmana (siglos VIII-XV).
De Rachel Arié.
Capítulo I, 1.
Los árabes no impusieron la religión musulmana a las poblaciones de la España recién conquistada; estas pasaron a formar parte de las «gentes del libro» (ahl al-kitab),es decir, de los adeptos a las religiones reveladas. Al igual que las pequeñas comunidades judías de las ciudades visigodas, los españoles cristianos pudieron conservar el libre ejercicio de su culto, pero al continuar vinculados a su antigua religión, se convertían en tributarios (dimmíes), sujetos al pago de impuestos especiales. Numerosos españoles, a quienes el régimen visigodo había privado de sus bienes, optaron por la conversión al Islam, lo que les confería de forma automática el disfrute del estatuto personal de los musulmanes de nacimiento. Estos neomusulmanes formaron los núcleos más numerosos de la población musulmana, sobre todo en el sur y el este de la Península, y eran conocidos en al-Andalus con los nombres genéricos de musalima y sobre todo de muwalladun(muladíes);parece que el primer término se aplicaba más bien a los conversos propiamente dichos y el segundo a sus descendientes. Los españoles que no quisieron adoptar el Islam y conservaron la religión cristiana fueron llamados mozárabes (del árabe musta'rib). Parece que estos constituyeron las comunidadesmás numerosas y prósperas de Toledo, Córdoba, Sevilla y Mérida, a mediados del siglo viii. En cuanto a los judíos de España, que habitaban casi exclusivamente en ciudades pudieron conservar durante el siglo viii el derecho a practicar su culto, pero fueron obligados a pagar los impuestos especiales que recaían sobre todos los tributarios.
Los árabes no tenían la superioridad numérica suficiente para convertir sus inmensas conquistas en territorios de poblamiento; se limitaron, pues, a propagar su religión un poco por todas partes, a exigir la arabización social de las poblaciones sometidas a su autoridad y a formar los cuadros políticos de cada uno de estos territorios. El núcleo de población árabe más antiguo, en cuanto a fecha de llegada a la península Ibérica, fue el de los qaysíes y kalbíes traídos por Musa b. Nusayr; a ellos se unieron en fecha temprana algunos centenares de notables árabes llegados a al-Andalus con el gobernador de Ifriqiya al-Hurr b. 'Abd al-Rahman al-Taqafi (97-716). La inmigración árabe se prolongó durante todo el siglo VIII; la aportación más importante fue la representada (123/741) por los jinetes de las circunscripciones militares de Siria o yundíes, quienes, bajo el mando del general qaysí sirio Baly b. Bisr, pidieron su traslado a España después de haber sido asediados por los beréberes victoriosos en la península de Ceuta. Indignados por la mala fe del gobernador de al-Andalus, ‘Abd al-MalikIbnQaṭan, a quien habían ayudado a reprimir la gran insurrección beréber del año 123/741 en España, Bal y sus undíestomaron parte activa en las luchas internas que dividían a los árabes en suelo ibérico y se instalaron en Córdoba, donde aseguraron la preponderancia qaysí. Tras la muerte violenta de Bal (124/74Z), los undíesaceptaron establecerse en algunos feudos del sur y este de la Península, convirtiéndose en sus beneficiarios, lo que les obligó a prestar servicio militar y a comprometerse a responder a los llamamientos de movilización en caso de necesidad. Más tarde se dio el título de baladiyyunoárabes «instalados normalmente en el país» a todos aquellos que habían llegado con Musa b. Nusayr; la denominación de samiyyuno sirios fue reservada para designar a aquellos que habían llegado con Baly y a sus descendientes.
Los árabes se instalaron en las ciudades de la llanura, especialmente en el bajo valle del Guadalquivir, en los cordones litorales que rodean el sur de la Península, en las vegas de los valles del Genil, del Tajo y del Ebro y, sobre todo, en las ricas huertas de Levante.
No hay que olvidar el papel esencial desempeñado por los beréberes en la conquista de España. Los que se quedaron en este país después del hambre de 132/750, se unieron pronto por matrimonio con familias de neomosulmanes o con familias árabes. Reclutados por Tariq b. Ziyad en las zonas montañosas del Rif y de Yebala, junto al litoral mediterráneo, se establecieron en las zonas montañosas de la península Ibérica, donde ocuparon las tierras altas de la meseta central y las laderas de las sierras. Fueron especialmente numerosos en el Algarve, en Extremadura y en las prolongaciones de esta región hacia el noreste, hasta la sierra de Guadarrama. En cuanto a Andalucía, se instalaron sobre todo en las serranías de Ronda y de Málaga, en las dos vertientes de Sierra Nevada.
Así pues, algunos decenios después de la conquista de España, este abigarramiento de poblaciones daba a al-Andalus un aspecto especialmente original, aunque constituyó también un importante obstáculo para conseguir la unidad y la pacificación del país.
Fuente: Arié, Rachel. España musulmana (siglos VIII-XV). Traducción de Berta Julià. En “Historia de España”, dirigida por Manuel Tuñón de Lara. Tomo III. Barcelona: Editorial Labor, 1982.
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Expansión del islam